Hacia una diplomacia científica efectiva:STS Forum-Latin America and the Caribbean

El desarrollo de la ciencia y la tecnología es uno de los pilares que, a lo largo de la historia, ha contribuido al avance de las sociedades, permitiéndonos generar conocimiento, pero también herramientas que no sólo han tenido un impacto sustantivo en el crecimiento económico y la productividad de los países, sino en la calidad de vida de la población. En ese tenor, ante los desafíos que enfrenta la humanidad –los cuales han puesto a prueba nuestra capacidad de respuesta–, la ciencia, la tecnología y la innovación han adquirido, cada vez más, un papel protagónico como ejes transformadores, a los que debe otorgarse su justa dimensión a fin de construir naciones más resilientes que tengan la capacidad de sobreponerse a cualquier reto o situación inesperada.

Para América Latina y el Caribe, la transición hacia un modelo que priorice la inversión en investigación y desarrollo tecnológico no ha sido tarea sencilla. Si bien se han realizado importantes esfuerzos gubernamentales para materializar esta aspiración, observamos que nuestra región sólo ostenta el 2.3% de la inversión mundial en la materia, lo que contrasta significativamente con el 41% que recibe Asia y el 29.6% de Estados Unidos y Canadá, según datos publicados por la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología.

Otro indicador que refleja la posición en la que nos encontramos como región, también reportado por la Red Iberoamericana, es el número de investigadores especializados en desarrollo tecnológico: en 2020, Latinoamérica y el Caribe concentró el 4.1% del total en el mundo, lo que nuevamente evidencia una enorme brecha en comparación con Asia (49.4%) y Europa (25.9%).

Finalmente, una diferencia más que presenta América Latina y el Caribe es el tipo de investigación que llevamos a cabo, ya que, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), los países de la región destinan sus recursos mayormente a investigación básica, mientras que países como China y Estados Unidos se enfocan en investigación aplicada y experimental, un salto que en definitiva es preciso dar, impulsado en parte por el gobierno, pero incorporando a su vez a instituciones de educación superior y organizaciones privadas sin fines de lucro.

Bajo tal escenario, el compromiso de México es claro: promover acciones destinadas a la innovación en las que el gobierno, las empresas, las universidades y los institutos de investigación, tanto públicos como privados, establezcan acciones colaborativas en favor del desarrollo científico y tecnológico de la nación. Este esfuerzo, sin embargo, no debe limitarse a la interacción entre instancias locales, por lo que la cooperación con otros países es fundamental para sacar adelante proyectos en beneficio de nuestras sociedades.