El panorama hídrico de México enfrenta una crisis sin precedentes. Según datos analizados por Catálisis, la unidad de Quinto Elemento Lab, más de la mitad de las presas más grandes del país reportaron niveles de agua por debajo del promedio de los últimos 30 años. De las 210 presas más importantes, 113 concentran más del 90% del agua almacenable, y todas presentan un descenso alarmante en su capacidad de retención.
Especialmente afectadas están las presas del Noroeste de México, que incluyen Sonora y Chihuahua, donde se ha registrado una pérdida de agua de hasta el 100%. La emblemática presa Abelardo Rodríguez Luján, que abasteció a Hermosillo durante décadas, ha caído a niveles mínimos, mientras que la presa Las Garzas, en Guerrero, también muestra una drástica disminución de su capacidad de almacenamiento.
Este fenómeno se debe a la prolongada sequía que azota al país, una sequía que en 2024 alcanzó su punto máximo, afectando al 98% de los municipios. Desde 2019, 7 de cada 10 presas en México reportan niveles bajos de agua. Aunque el gobierno federal ha propuesto proyectos como el Plan Nacional Hídrico para mejorar la captación y distribución de agua, la solución sigue siendo un desafío: la crisis hídrica no solo es meteorológica, sino también una cuestión de distribución desigual del recurso.
La falta de lluvias, junto con la concesión excesiva de agua a la industria, especialmente la agricultura, ha exacerbado la escasez. Si bien el país ha invertido en infraestructura para la gestión del agua, expertos como Francisco Peña de Paz advierten que las grandes obras hidráulicas no resolverán la crisis si no se prioriza la soberanía alimentaria y se mejoran las políticas de conservación de los ecosistemas.
La situación es crítica y las soluciones deben ser integrales. La auditoría hídrica nacional y una redefinición del manejo del agua son pasos urgentes para evitar que la crisis hídrica se convierta en una catástrofe económica y social.